«La cita que transita», Sor Juana Inés de la Cruz (domingo, 23 de noviembre de 2025)


Esta semana, en La Versalita, hemos tenido un programa muy especial, dedicado a la música como tema central, con motivo de la celebración del Día de Santa Cecilia de Roma, patrona de los Músicos y de los Poetas.

Por ello, la cita que he elegido para la ocasión han sido dos versos extraídos del poema “Finjamos que soy feliz”, de Sor Juana Inés de la Cruz: “Si es para vivir tan poco, ¿de qué sirve saber tanto?”. Y la propuesta que les he lanzado a los oyentes es que escriban libremente a partir de lo que les sugieran ambos versos, jugando, además, con el título: “Finjamos que soy feliz” que es la clave de todo el poema.

De toda la extensa y magnífica obra de Sor Juana Inés, me he quedado con estos versos que resumen ese afán de conocimiento que siempre le acompañó desde que era una niña.

Su vida fue apasionante. Juana Inés Ramírez de Asbaje y Santillana, más conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, fue «una auténtica intelectual que elevó la poesía del barroco a su máxima expresión, anticipando elementos propios de los poetas ilustrados del siglo XVIII -ha sido comparada con poetas de la talla de Góngora y Quevedo.

Nació en un pequeño pueblo de México, en la corte virreinal de Nueva España. Fue una niña prodigio. Aprendió a leer y a escribir a los 3 años y, desde muy joven sus versos destacaron. A los 14, fue dama de la esposa del virrey, en cuya corte brilló por su sabiduría, su enérgica inteligencia y su talento para versificar.

En 1667, decide ingresar en un convento de carmelitas descalzas, más que por vocación, porque en aquella época era el único lugar donde se les permitía a las mujeres tener acceso a la cultura. Allí solo llega a estar cuatro meses por problemas de salud, y dos años más tarde, se enclaustraría definitivamente en un convento de la Orden de San Jerónimo.

Fue una mujer erudita, estudiosa, autodidacta y una tenaz defensora de los derechos de la mujer, razón por la que pronto incomodó a los altos cargos eclesiásticos de la época,

Su celda, que tenía dos plantas, lejos de ser un lugar de retiro y meditación, pronto se convirtió en un punto de reunión de poetas, intelectuales y damas con inquietudes poéticas y literarias. Además, entre aquellas paredes, también se realizaron investigaciones y experimentos científicos, se compusieron piezas musicales, obras de teatro, ensayos, poemas e, incluso, estudios filosóficos, y se atesoró una considerable biblioteca.

Además de su poesía, a mí me fascina su famosa respuesta a la carta a Sor Filotea, que era el Obispo de Puebla, quien le había escrito para reprenderla, y ella, con una maestría y con un sentido del humor exquisito, le escribe una carta atenagórica, que en realidad es un relato autobiográfico donde  le explica, de forma pormenorizada su amor por el conocimiento y donde defiende su labor intelectual y el derecho del acceso de las mujeres al conocimiento y al estudio. Y hay una frase, que a mí me hizo muchísima gracia, que da buena cuenta de su gran sentido de la ironía…dice así…: que bien se puede filosofar y aderezar la cena. Y yo suelo decir viendo estas cosillas: Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito«. (Podéis pinchar en la imagen para leer la carta completa)

Os dejo el enlace al programa de hoy: https://www.canalsur.es/radio/programas/buenos-dias-gente-de-andalucia/detalle/56290332.html?video=2219619


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